sábado, 15 de junio de 2013

Quince de junio de dos mil trece

Hoy leí una entrada en facebook de un amigo que decía que no entiende por qué lloramos los hinchas de un club de fútbol en situaciones como hoy con Independiente.
Decidí trasladar aquí la respuesta que di en aquel post, para que entiendan que no hay cargada que me afecte: mi llanto tiene una causa mayor que una rivalidad o ser superiores o inferiores a un club.

Para mí, el ser hincha de un club (del Rojo en mi caso) va más allá de "seguir a un equipo y su campaña". 
Para mí ser hincha de Rojo es COMPARTIR. 
Compartir tardes en la cancha con mi viejo y mi hermano.
Compartir relatos con papá. Aprendí mucho de mi abuelo que nunca conocí por las anécdotas de cancha. Él falleció en brazos de papá en la cancha del Rojo... Son experiencias muy fuertes relacionadas a un club, a un espacio y a un momento de la historia que se pasan por generaciones, cual fábula de Esopo.
Ser hincha del Rojo es compartir esa ilusión, esa alegría cuando todo va viento en popa. El Rojo significa abrazos, gritos de algarabía, sonrisas de oreja a oreja.
Significa tristeza, empatía, llanto y bronca cuando los números son adversos. Y es mucho más intenso porque la gente que amás tienen esa misma emoción.
Por todo eso es que yo lloré esta tarde, Nico. Lloré a mares. No (solo) porque mi equipo descendió, sino porque las personas que más amo en el mundo lo sufren y vamos a tener que acostumbrarnos a compartir esta pasión de manera diferente. Y en cierta forma así hice el luto de todas estas experiencias compartidas que quedan atrás.

Espero haberme expresado lo más claro posible. Cuando la emoción y la sensibilidad están tan a flor de piel es complicado explicarse.

Siempre con el Rojo.