miércoles, 21 de noviembre de 2012

De fútbol y otras hierbas

1 hora 40 minutos. Ese suele ser el tiempo que me lleva ir desde casa (Bernal) hasta el laburo (Belgrano, casi Núñez). Sin embargo hoy llevo ese tiempo de colectivo en colectivo y aún no salí de Capital.
Juega Argentina en la Bombonera y es una procesión.

Fútbol. Una pasión para gran parte de nuestra población. Esa locura, ese fanatismo que genera la redonda es poco comparable con otros deportes. Lo viví desde muy chiquita: papá periodista deportivo y DT recibido (tuvo 2 escuelitas de fútbol), hermano que jugó en las inferiores de Banfield. Partido que hay en la tele es partido que se ve.

Hoy en día lo veo a mi hermano y cada día está más parecido a mi viejo en esto de la pasión por un club: se desespera, grita, salta, se emociona, se queja y festeja.

¿Cuál es mi caso? Yo he ido a la cancha del Rojo en varias ocasiones cuando tenía entre 9 y 12 años. Íbamos al "codo", ahí donde papá cuenta que solían ir las mujeres y era más tranquilo. Yo sé que ambos hubieran querido ir a otra ubicación en la cancha, donde esa pasión pudiera ser explotada. Pero me cuidan. Y todo fuera para que viera a Independiente y sentir lo que ellos: sentimiento de pertenencia.

Debo admitir que si uno se deja llevar por el entorno, la adrenalina que se siente es impresionante.
La expectativa antes del partido, los rituales, las cábalas, la peregrinación hacia la cancha, las canciones, la pica entre los equipos, los papelitos.

Lo que te pone la piel de gallina si realmente te compenetrás es la sensación de que la cancha se cae cuando está por salir ese, TU equipo. No importa la posición en la tabla, el promedio del descenso ni el historial de partidos ganados por cada equipo.
En ese momento, solo están esos 11 jugadores, el césped, la redonda y tu pasión: expectante, emocionado, ilusionado como nene esperando el regalo de Papá Noel.

¿Suena exagerado?... Para algunos puede serlo. Pero los fanatismos son así, no entienden de razones ni de lógicas, porque se manejan con el corazón. Ese corazón es el que late más fuerte cuando escuchás el "¡¡¡Ta ta ta ta ta ta GOOOOOOOOOLLLLLLLL!!!".
Y te emocionás, agradecés a tu viejo por haberte hecho hincha de ese club, le pedís a todos los santos que mantengan ese resultado...

Sea cual sea el desenlace, luego del partido volvés a tu casa con una sola certeza: la pasión es incontrolable, y lo lindo es dejar que nos domine.

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